Agradecimiento póstumo

Santa Clara, may.-ago.

 

DOCUMENTOS

 

Agradecimiento póstumo

 

(A la memoria del Dr. José Francisco Martínez Delgado, fallecido el día 7 de junio de 2010)

 

Postmortem gratitude to the memory of MD. José Francisco Martínez Delgado. Dead on June 7, 2010


Palabras clave: Historia, José Francisco Martínez Delgado, medicina.
Key words: History, José Francisco Martínez Delgado, medicine.


“La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien
la obra de la vida”
José Martí

 

En una conversación personal tripartita entre el Dr. Martínez Delgado, el carismático Luis Martín y yo*, aquel amigo le decía: “Profe, cuando Ud. habla todos aplauden, y cuando lo hago yo, muchas veces corren a empuñar las armas” (...) Un tiempo después conocí que esta frase procedía de Demóstenes, filósofo de la antigüedad. Quería significar Luis Martín que el Profesor Martínez Delgado esperaba para hablar y cuando lo hacía, pausadamente, todos estaban seguros que lo iba a hacer bien.

El Doctor José Francisco Martínez Delgado era correcto y mesurado, disciplinado y justo, bondadoso y severo, noble y sencillo, solidario e imparcial. Era enemigo acérrimo de la vulgaridad, del mal gusto, de los inoportunos, de los maleantes, de los oportunistas, de los insinceros, de los que no pierden la ocasión para hacer gestos y acciones desagradables. Sí amante de las buenas costumbres, del uso correcto de la lengua, de la amistad, de la caballerosidad ilimitada, de la discreción, y poseedor del preciado don de la ubicuidad. En ocasiones nos decía: “Gerard, Luis Martín más, y tú menos, nunca deben perder la oportunidad de permanecer callados (...), ambos son explosivos y apasionados en las discusiones y esto también debe ser regulado, aún cuando no es del todo malo”. Gracias, profe…

En su vida privada formó una excelente familia, su relación filial fue admirable y su ejemplo hizo que dos de sus cuatro hijos abrazaran su profesión. Había un excelente ambiente de paz y armonía en su núcleo familiar, y de devoción y admiración hacia su persona que jamás podrá desaparecer ni siquiera con el paso de los años. Gracias, profe, por mostrarnos también este camino de la vida, quizás el más importante y trascendente para un ser humano.

Había nacido en el poblado de Alquízar, provincia de la Habana. Estudió bachillerato en Güines y la carrera de Medicina la cursó entre 1952 y 1960 en la bicentenaria Universidad de la Habana. En este período y por cierre de la misma continuó sus estudios por dos años en París. Su estancia en la ciudad Luz, debe haber influido en su rico y notable acerbo cultural, en su afición por la música clásica, el ballet, la ópera, el teatro, la pintura, la astronomía y los misterios del cosmos, la teoría de la relatividad y su obsesión por la lectura de obras literarias de envergadura; todo lo cual fue conformando una sólida y vasta cultura, de la que no alardeaba jamás, pero al establecer una conversación con él se apreciaba el enorme caudal de conocimientos que albergaba, y que con mucha delicadeza llevaba a los educandos que formaba para la difícil profesión de médicos.

Cumplió el servicio social en la provincia oriental e hizo su residencia en el Hospital “Calixto García”. Allí vivió y disfrutó la época de oro de la Medicina Interna en la década del sesenta, estuvo presente en los pases de visita y demostraciones clínicas que ofreció el eminente profesor español Pedro Pons, del cual conversaba con notable entusiasmo y asombro.

Se trasladó para la ciudad de Santa Clara, donde continuó su brillante carrera profesoral médica. Fue fundador de la docencia en aquella incipiente y eficaz Escuela de Medicina, en las salas del antiguo Hospital Provincial de Santa Clara en el año 1966, y desde entonces, sin interrupción, contribuyó a la formación de una pléyade de profesionales de la salud para las provincias centrales del país, e incluso para Ciego de Ávila, Camagüey y Matanzas.

Sus méritos docentes, asistenciales, científicos e investigativos fueron muchos: fue, es y será un PROFESOR DE PROFESORES, con el que siempre habrá una ETERNA DEUDA DE GRATITUD.

Su aureola de buen estudiante, de interno, residente y especialista en Medicina Interna la fue tejiendo a través de su larga y fructífera vida. Ya en el legendario Hospital Universitario “Calixto García” en la Habana, logró apropiarse de un bien merecido prestigio como profesional capaz y estudioso sin limites. Prueba de ello fue la estrecha, afectuosa e indisoluble relación que cultivó con el eminente profesor clínico San Martín Marishall y con otras glorias de la especialidad en la nación, como el profesor Ignacio Macías Castro, José Fernández Mirabal, Armando Pena, Fidel Ilizástigui Dupuy, y Cuco Rodríguez de la Vega, entre otros.

El Profesor Martínez Delgado de los sesenta, los setenta y los ochenta del pasado siglo, se caracterizaba por el rigor, la disciplina extrema, la exigencia, la eficiencia y el respeto que imponía a sus educandos. Sus cotidianos y magistrales pases de visita docente constituyeron obras maestras de la pedagogía médica, sus reuniones científicas con internos y residentes inspiraron un extraordinario prestigio y temor. De ambos pueden dar fe los que nos formamos bajo esa pupila insomne y esa férrea mano, que podía alabarte o criticarte en relación con el merecimiento de tu demostración, pero todos manifestaban una reconocida e inmensa gratitud por haber fomentado el amor ilimitado hacia una de las especialidades médicas mas complejas y difíciles: la Medicina Interna.

Antes de dedicarse apasionadamente al estudio de las no muy bien conocidas y pobremente dominadas enfermedades del colágeno, incursionó en Cardiología, Neurología, Endocrinología y durante muchos años fue el médico de asistencia de las enfermedades hematológicas. Su dedicación al estudio de casos de difícil diagnóstico, la investigación de una fiebre de origen desconocido y las expresiones sintomatológicas abigarradas e infrecuentes de la enfermedades internas, le permitieron ser reconocido como uno de los más brillantes profesionales de la provincia a la hora de descifrar los misteriosos diagnósticos que presentaban algunos enfermos, por lo cual constantemente era reclamada su opinión por cualquier hospital y/o especialidad médica en la región central del país. El dominio cabal de la confección de las historias clínicas, el arte y perfección que logró en la anamnesis de los enfermos le posibilitaban hacer diagnósticos acertados. En no pocas ocasiones lo acompañamos en esos ejercicios clínicos y confieso que hoy reconozco el inmenso privilegio que tuvimos al poder disfrutar de su oratoria médico-investigativa, al lado de la cama de un enfermo o en otro escenario hospitalario, o en el marco de una difícil sesión clínico-patológica, donde con propósito expreso lo ubicábamos al final de las discusiones, para que con su maestría pedagógica, nos regalara una disertación de cómo debía enfrentarse el diagnóstico de un caso inusual, atípico o complejo.

Se sentía orgulloso de los discípulos internistas, hoy diseminados por toda la geografía nacional y más allá de nuestras fronteras, con especial relevancia de Sila y Espinosita, en Sancti Spíritus y Cienfuegos respectivamente, a donde lo acompañamos en las más variadas actividades científicas, y fuimos testigos del exquisito trato, respeto, consideración y agradecimiento que ellos le profesaban. En igual medida, sería injusto no mencionar la estrecha relación de trabajo y afectividad que entabló con Martica, su más fiel colaboradora y asistente de los últimos años.

Hombre culto, refinado, de personalidad majestuosa, exquisita sensibilidad, amante de las buenas costumbres y de la buena mesa, era capaz de acompañarme, al mediodía, a degustar una simple y nada especial pizza de queso en lo de "Chiripin" detrás de la Terminal de Ómnibus, o un exquisito pan con lechón asado con el "Negro Bulla" en medio del boulevard santaclareño, como reflejo de su sencillez, franqueza y espontaneidad.

Profesor, gracias por tanta enseñanza. Eterno agradecimiento por haber compartido acontecimientos médicos, científicos, investigativos y personales a su lado. Gracias por la posibilidad de justipreciar la verdadera magnitud de educador y ser humano que tanto influyó en nuestra formación y en nuestra vida, por y para siempre. Gracias.

*Dr. Gerardo Álvarez Álvarez. Especialista de I y II Grados en Medicina Interna. Hospital "Arnaldo Milián Castro". Santa Clara. Villa Clara. Cuba.

 

Nota: La Sociedad de Medicina Interna agradece las muestras de sentidas condolencias por la pérdida del Dr. Martínez Delgado, de un gran número de personalidades médicas de todo el país y del resto del mundo, desde las más disímiles naciones donde están sus discípulos, en eterno reconocimiento del eminente profesor que fue.



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